El nacimiento de venus

En el mismo momento en el que nombramos Venus de Willendorf nos aparece la imagen de una pequeña figura femenina de pechos abultados y vientre prominente. Recibe el nombre de Willendorf por el lugar donde fue hallada en Austria. Pero, ¿por qué se denomina venus a una escultura creada en el Paleolítico?

MdA El nacimiento de venus

Venus era el nombre de la diosa de los huertos, de la naturaleza y de la primavera, pero pronto los romanos la asimilaron a Afrodita, diosa griega del amor y la belleza. A través de las copias romanas conocemos una de las esculturas más populares en la Antigüedad, la Afrodita de Cnido, en la que por primera vez Praxíteles, en el siglo IV a.C., presentó a la diosa desnuda. El escultor encarnó en ella el ideal de belleza mediante una actitud recatada, la sensualidad de las curvas de la composición escultórica  y de la textura del mármol barnizado con cera.

A finales de la Edad Media Venus volvió a aparecer, vinculada su imagen a un pecado: la lascivia. Sin embargo, esta asociación no pervivió mucho tiempo porque los artistas y filósofos del inicio del Renacimiento, al volver su vista al Mundo Antiguo, convirtieron la figura de Venus en un personaje mitológico que encarnaba la belleza ideal. Los dioses y héroes clásicos desde entonces fueron protagonistas de numerosas obras de arte como transmisores del legado clásico y los valores morales. Sandro Botticelli fue el primer artista renacentista que representó el mito de El Nacimiento de Venus, recuperando la iconografía clásica de la diosa. Su imagen desnuda es el prototipo de mujer bella renacentista, una mujer de cabellera rubia y piel de la blancura del mármol que se tapa pudorosamente. Pero en esta obra Venus no sólo representa la belleza física en sí misma; para los filósofos y artistas renacentistas la contemplación de lo bello permitía alcanzar la pureza y la perfección espiritual. Venus en esta pintura es la metáfora de este ideal filosófico renacentista.

Desde el final del Renacimiento venus se convirtió en el tema en el que los artistas ensayaban su ideal  de belleza en el desnudo femenino. Pintaron, esculpieron y crearon imágenes desnudas de otras protagonistas religiosas, como Eva, o clásicas, como Dánae, pero sólo Venus era la que encarnaba la belleza. Esta asociación de la imagen ideal de la mujer a la figura de Venus pervivió hasta la segunda mitad del siglo XIX; Manet fue el primer artista que se liberó de este convencionalismo, a partir de entonces la representación de una mujer desnuda se desvinculó de la figura mitológica o religiosa.

Hoy en día aún pervive en nuestro vocabulario la asociación del término venus con el concepto de belleza femenina; así lo demuestra el diccionario de la RAE que define venus no sólo como diosa romana, sino también como “mujer hermosa”. Frente a esto, los artistas contemporáneos nos ofrecen interpretaciones que rompen con esta tradición. Es el caso de Fernando Vannelli que muestra en su obra Venus contemporánea el rostro de una mujer sin cabellera, sin una piel blanca y delicada, en definitiva, sin unas facciones que responden al prototipo universal de venus. Su busto nos invita a cuestionarnos sobre un único canon de belleza.

En la actualidad nos sorprende la simplicidad e inmediatez con la que en 1864 el Marqués Paul de Vibraye (des)calificó a la primera figurilla femenina del Paleolítico: Venus impúdica. Impúdica porque no ocultaba su desnudez como lo hace la Venus de Botticelli, y venus por ser la imagen desnuda de una mujer, atribuyendo así a esta pequeña figura un supuesto ideal de belleza de las personas del Paleolítico.

Desde que en el siglo XIX se bautizara como venus a estas pequeñas esculturas de mujeres, las interpretaciones han sido diversas: el hecho de que se resalten los senos y el vientre ha llevado a pensar en una estrecha relación con la fecundidad, la maternidad, en definitiva, la continuidad del grupo. Se ha hablado de un culto generalizado a la mujer, incluso a una Gran Diosa Madre, destacando que carecen de rostro, son mujeres anónimas, y, por tanto, una idealización de la mujer. Actualmente, la arqueología de género propone denominar a estas esculturas figurillas femeninas, un nombre que no condiciona su lectura y nos abre nuevos horizontes para su interpretación.

 

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