Un rodete de la cueva de El Linar

Muy cerca de la cueva de Altamira, a unos 6 kilómetros, en la cueva de El Linar (Alfoz de Lloredo, Cantabria) un equipo de investigadores del Museo de Altamira encontró un objeto excepcional en la excavación arqueológica que realizaron en el lugar hace unos años.

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Ahora lo podemos contemplar en la exposición del museo, en el área dedicada a los objetos decorados o arte mueble.

Es un fragmento de disco de hueso sobre el que una persona muy habilidosa grabó un caballo. Este disco de hueso o rodete fue abandonado u olvidado junto a la hoguera que construyeron los grupos de cazadores que vivieron en El Linar hace unos 14000 años. No sabemos si sólo dejaron este fragmento o si el resto del rodete continúa enterrado en el yacimiento arqueológico. Pero, sin duda, es un objeto excepcional, tanto porque es uno de los escasos rodetes paleolíticos que se han encontrado en la Península Ibérica, como porque es uno de los más bellos de todos los conocidos en Europa.

Este disco de hueso pudo tener unos siete u ocho centímetros de diámetro, y fue recortado de un omóplato o escápula de ciervo, con apenas tres milímetros de grosor. Esta pequeña superficie estuvo ocupada por el dibujo de un caballo de la prehistoria, del que ahora sólo se conservan los cuartos traseros.

El caballo está grabado con gran detalle por una persona que conocía bien este animal. Lo dibujó usando trazos diferentes para representar el pelaje de invierno, las sombras y para dar volumen al cuerpo.

En toda Europa se han encontrado cientos de rodetes de hueso, y también de lignito o arenisca, de marfil o arcilla. Hallados completos o fragmentados, fueron fabricados y usados por comunidades de cazadores tan lejanas entre sí en el tiempo como las que vivieron hace 35000 años y hace 12000, y tan lejanas en el espacio como las que vivieron en la cueva de El Linar y las que vivieron en la cueva de Krizova en Moravia (República Checa). Estos rodetes fueron más frecuentes en el sur de Europa hace unos 14000 años, quizá en lo cotidiano o quizá en acontecimientos especiales. En estas regiones fueron fabricados con huesos de reno o ciervo, y grabados sobre todo con signos indescifrables para nosotros, pero también con animales entonces cotidianos, como caballos, ciervos, bisontes o cabras.

Para las personas que los usaron en el inicio de nuestra Historia, estos discos de hueso portaban un significado, un valor o una función que hoy desconocemos. Pudieron ser usados colgados o prendidos en sus ropas, o quizá pudieron contener información valiosa, o ser un registro de acontecimientos pasados o previsibles que llevar consigo.

Por sus características comunes, reconocemos en estos pequeños objetos y en sus imágenes grabadas un saber compartido por las comunidades que habitaron lo que hoy es Europa, desde la Península Ibérica hasta los Urales, incluso Siberia, y a lo largo del tiempo en que fuimos cazadores – recolectores paleolíticos.

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