Altamira monumental

La cueva de Altamira fue usada para habitar en ella, como morada u hogar, por comunidades humanas que se alimentaban cazando y recolectando diversos frutos de la tierra y del mar.  Durante todo el tiempo del Paleolítico superior, entre hace más de 35000 y 13000 años, distintos grupos salpicaron con su presencia la entrada de la cueva, una o varias veces cada uno,  y también salpicaron el techo de los polícromos y toda la cueva con sus grabados y pinturas.

cueva de Altamira

En 1879 se redescubrió la cueva como yacimiento arqueológico y como lugar de arte paleolítico, y comenzó a ser visitada  frecuentemente, no algunas veces cada milenio, sino varios días de cada mes, todos los años, y no para morar alli, pintar y grabar, sino por curiosidad o interés intelectual. Y en 1924 dejó de ser cueva para ser Monumento Nacional.

“Monumento” deriva de una palabra latina que alude a memoria, a recuerdo y rememoración. Esto ayuda a entender que los primeros monumentos sean los funerarios, las tumbas más o menos monumentales. A partir de esto surge en el XVIII el término de “monumento histórico” y el de “monumental”,  como adjetivo para lo grande o espectacular.

Y volvemos a Altamira. Desde su descubrimiento fue reconocida y tratada como un monumento espectacular y frágil. Primero su descubridor, Sautuola, luego  el Ayuntamiento de Santillana del Mar, y más tarde todos nos preocupamos por su conservación al reconocer que la cueva encerraba el recuerdo y la posibilidad de rememorar a aquellos primeros humanos creadores de arte, creadores de una obra maestra que ilustra las primeras páginas de cualquier historia, historia del arte o  prehistoria general de España o del mundo.

Reconocida por todos como un monumento, fue transformada a principios del siglo XX para hacer más cómoda su visita: se excavaron caminos cómodos, se construyeron escaleras donde hicieran falta;  se instalaron luces, incluso de colores según la moda…. Y hubo que crear este museo en 1979, el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, y acabar con esas malas prácticas porque nos quedábamos sin monumento, o sin pinturas al menos, de haber seguido así.  Como uno de los  monumentos más visitados de España entonces (años 70 de siglo XX), fue casi morir de éxito, como tantas otras veces tantas personas y lugares.

Hoy la conservación del monumento está resuelta, y seguimos trabajando para ella y para su accesibilidad pública.

Y la Neocueva, esa sala especial de la exposición del museo, no reproduce el monumento que creamos en el siglo XX, ese tan visitado al que se entraba por una puerta, se pasaba por “la cocina” (decían los guías de entonces) y, por un pasillo, se llegaba a “la sala pintada”; en cambio, la Neocueva  restituye el lugar de vida cotidiana y arte del Paleolítico superior del que hablábamos al  principio: tal como era la cueva de Altamira hace miles de años. Y se hizo con todo el  rigor científico fruto de la investigación del museo y con toda la exactitud milimétrica que las mejores empresas públicas y privadas aportaron: un trabajo monumental, un éxito monumental de público y crítica.

Hoy lo celebramos en el Día Internacional de Monumentos y Sitios patrimoniales convocado por el ICOMOS.

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