En lo más profundo de la cueva de Altamira, allí donde termina este mundo y comienza otro, el camino se estrecha progresivamente hasta vernos obligados a reptar para recorrer la Galería Final.
A lo largo de esos setenta metros de paredes irregulares encontramos bisontes, caballos, ciervos y muchas formas que no sabemos identificar. Al inicio del recorrido predominan los bisontes, y hacia el final sólo hay ciervas. También aparecen en las dos paredes de esta Galería marcas negras pintadas con carbón vegetal, signos de formas variadas o simplemente trazos. Una vez que hemos llegado al final de la galería, y comenzamos a desandar el camino para salir, podemos ver varias caras en las rocas que nos miran, nos observan imperturbables, o quizá no tanto.
¿Son rostros humanos o son caras de bisonte? Con trazos simples de carbón están señalados los ojos, las cejas e insinuada la boca sobre las formas irregulares de la roca y sus aristas. ¿Son imágenes ambiguas o simplemente incomprensibles para nosotros en la actualidad? En cualquier caso, estas caras dirigen la mirada hacia el fondo de la galería, y miran de frente a quien haya llegado al final de camino en la cueva y retorne hacia la salida.
Estas imágenes de caras sobre la roca son denominadas “máscaras” por los arqueólogos aunque no son tales propiamente dichas, puesto que no son objetos que se puedan portar o vestir. Sin embargo, al denominar así a estas imágenes los prehistoriadores están atribuyéndoles una función o significado concreto. Las máscaras utilizadas a lo largo de la Historia por muy diferentes sociedades son un testimonio universal de cómo diversas culturas han dado forma a la cara de las divinidades y de los espíritus para entrar en contacto con las fuerzas de lo invisible. De esta manera, las máscaras serían una forma de vínculo entre el mundo de los humanos y el mundo de los otros seres que habitan la Naturaleza.
Las formas y las funciones de la máscara, así como los ritos en las que se emplean varían a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo, desde las máscaras del teatro griego al antifaz de Batman, de las máscaras inuit a las africanas o japonesas. Son tanto un medio para el cambio de identidad, como un mediador que evoca a los espíritus; simbolizan la capacidad de los humanos para el cambio y la transformación, la capacidad de imaginar otros mundos y la necesidad de mantener el equilibrio y las buenas relaciones con los otros seres naturales o lo incontrolable.
Las cuevas fueron probablemente lugares mágicos para las personas en el inicio de nuestra Historia, pero la magia no es necesariamente la explicación para las imágenes que se conservan en su interior. No sabemos con seguridad si los rostros que fueron tatuados sobre la superficie de la cueva de Altamira y de otras cuevas durante el Paleolítico superior son una evocación de lo sobrenatural, pero, sin duda, son rostros sobrecogedores para los observadores contemporáneos.
¿Vas a vestirte con alguna máscara en Carnaval? ¿En qué te transformarás? ¿En Darth Vader, en V (de Vendetta), en un personaje de anime? Sin duda, muchas de las caretas o máscaras que usamos habitualmente simbolizan valores o ideas que nos acompañan desde el inicio de nuestra Historia.