¿Qué palabras utilizamos para referirnos a las personas de los tiempos de Altamira? Con “cazadores – recolectores” aludimos a la forma de relacionarse con el entorno para aprovisionarse de alimento y recursos, haciendo predominar la economía sobre otros aspectos para caracterizar un modo de vida. Para describir la organización social usamos el concepto de “sociedades igualitarias”, refiriéndonos a comunidades sin jefes permanentes ni líderes incontestables.
En los inicios de nuestra Historia vivíamos en comunidades de unas cuarenta personas que probablemente nos separábamos temporalmente en grupos más pequeños o nos uníamos a otros más numerosos, bien en épocas de abundancia de caza bien en temporadas de escasez de otros recursos.
No permanecíamos todo el año en la misma cueva o campamento; nos movíamos siguiendo las manadas de ciervos a lo largo de la llanura litoral, o hacia la costa desde los valles interiores huyendo de las nieves en invierno. Instalar y desinstalar el campamento varias veces al año y caminar durante días de un lugar a otro requiere viajar ligeros de equipaje. Por esa razón, suponemos que no acumulábamos más que lo imprescindible, quizá aquello que era más costoso volver a fabricar o los materiales más escasos y apreciados.
Valorar si existía necesidad o interés por abandonar un lugar o elegir a dónde dirigirse serían decisiones tomadas por consenso; en éstas y otras decisiones podría prevalecer en ocasiones la experiencia de los ancianos, la opinión del experto o la intuición de los más respetados.
En este modo de vida todos y cada uno de los miembros del grupo eran fundamentales para mantener la mejor calidad de vida posible, esto es, tener todo lo que se considera necesario. La formación de cada uno de los niños sería responsabilidad del grupo entero. Todos compartirían sus conocimientos sobre la naturaleza y los aprendizajes sobre las técnicas empleadas en las tareas diarias. Todos sabrían obtener fuego, curtir las pieles o trenzar fibras vegetales para confeccionar cuerdas; podemos imaginar que habitualmente tallarían la piedra para fabricar puntas de caza las personas más habilidosas, y que participarían en las partidas de caza las personas más resistentes y con mejor puntería. Podemos suponer que compartirían la carne, las pieles o los frutos recolectados. Pero ¿cada uno fabricaba sus agujas y se hacía su ropa? ¿o eran tareas colectivas? En cualquier caso, las desigualdades entre las personas debían de ser mínimas.
A partir de los objetos que se conservan del Paleolítico superior podemos conocer a las personas que los idearon, diseñaron, fabricaron y usaron. Más allá de qué construyeron y para qué lo usaron, en estos objetos vemos personas meticulosas y pacientes, personas con un gusto exquisito en la fabricación y decoración de algunos objetos, vemos personas muy eficaces y de una inteligencia práctica. Vemos también sociedades muy tradicionales, en las que los cambios sucedían muy lentamente, pero sin solución de continuidad, permanentemente.
Después de un acelerado siglo XX, volvemos a repensar otra sociedad posible, mejor, y rescatamos conceptos olvidados inventando palabras nuevas como “solidaridad”, “cooperación” o “cohesión”, sin acordarnos que una vez ya fuimos así, al principio de todo.