Cada mes de marzo los museos recuerdan a mujeres que han protagonizado algún capítulo de la Historia o han contribuido al estudio y cuidado del patrimonio cultural. En la historia de la cueva de Altamira nos gusta recordar a María Sanz de Sautuola, la única hija del descubridor del arte rupestre del Paleolítico.
Sobre María Sanz de Sautuola tenemos muy pocos datos; los historiadores la mencionan en dos episodios importantes de la historia de la cueva de Altamira, el día del descubrimiento de las pinturas, y el día del reconocimiento de la autenticidad de éstas por la comunidad científica internacional, pero esa historia merece ser contada en otro momento. Recordemos ahora la anécdota del descubrimiento de las pinturas en 1879.
Un día acompaña a Marcelino Sanz de Sautuola su hija María, chiquilla de nueve años. Mientras el padre examina unos utensilios que acaba de desenterrar, la niña corretea por la gruta. De pronto, levanta la mirada hacia lo alto de la cueva y grita: “¡Papá, mira, toros pintados!”( Kühn, H. “El arte de la época glacial”. Fondo de Cultura Económica, México, 1971. p.115)
María vio bueyes (y no toros, en realidad) donde su padre después identificaría bisontes. Estos grandes bóvidos ya habían desaparecido entonces del entorno natural, pero María estaría acostumbrada a ver toros y bueyes en los prados de Cantabria. Los Sanz de Sautuola vivían en Puente San Miguel, en una casona rodeada de un inmenso jardín en el que Don Marcelino fue cultivando árboles, plantas y flores de todas las partes del mundo. Muchos de ellos aún se conservan y son cuidados por los descendientes de la familia.
María vivió en un ambiente culto, en una casa con una gran biblioteca y un gabinete con colecciones de ciencias naturales que su padre, abogado de profesión, fue recopilando en sus estudios de historia y botánica. María acompañaba en ocasiones a Don Marcelino en sus paseos por el campo y en sus exploraciones arqueológicas. Pasaría también temporadas en su casa de Santander, donde podía disfrutar de la vida de la ciudad: jugar en el parque, pasear por las calles, visitar librerías donde comprar libros con dragones y princesas, ir al circo o veranear en la playa.
¿Qué estudiaría María en la escuela? En aquella época lo habitual es que las niñas no acudiesen a la escuela con los niños, y las familias acomodadas con frecuencia contrataban a un tutor particular que enseñara a las niñas en casa a leer, escribir, sumar y restar, historia, además de cómo comportarse en sociedad y los hábitos de buena educación.
¿A qué jugaban las niñas en aquella época? Nos podemos imaginar a María corriendo y jugando en el jardín de su casa, con sus peonzas y sus recortables de animales y árboles imitando el trabajo de su padre. Quizá su padre le trajera una muñeca de su viaje a París parecida a la diseñada por Emile- Louis Jumeau, que ganó el primer premio en la Exposición Universal que Don Marcelino visitó allí en 1878.